La palma de mi mano es el universo.
Se mueve arbitraria, caprichosamente
y es tan vieja que no hay palabras
que la puedan nombrar como corresponde,
con su historia de siempre,
con tantas cicatrices.
La palma de mi mano obedece
a una caprichosa arquitectura
inescrutable.
Y es tan vieja que es ya imposible
determinar qué es arquitectura
y qué cicatriz
Es absurdo pensar lo impensable,
intentar explicar lo inexplicable.
Podemos urdir tramas y conjeturas
sobre cada línea, sobre cada marca,
pero poco importa:
La palma de mi mano sigue ahí,
moviéndose, siendo lo que es,
lo imposible.
Alcanza con cerrar los ojos
para apagar todas las estrellas.
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